Hemos tomado pan y bebido vino en la comunión. Al tomar el pan y la copa, recordamos el amor y la salvación del Señor, que se sacrificó en nuestro lugar. El Señor vino a este mundo y fue bautizado, derramó Su sangre en la Cruz y murió para borrar nuestros pecados y darnos nueva vida de la misma manera que Dios se lo había prometido a toda la humanidad en el Antiguo Testamento. Dios entregó el sistema de sacrificios del Tabernáculo a los israelitas y prometió borrar todos los pecados del mundo según este sistema. El Señor cumplió Su promesa y borró todos nuestros pecados como Dios al venir al mundo en la carne, tomar los pecados del mundo sobre Sí mismo mediante la imposición de manos, y al derramar Su sangre de expiación.
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